Mañana de lluvia, nubes de confusión rondan en la penumbra de su habitación.
Piensa, recuerda, busca en su mente pero no logra descubrir donde estuvo el error. Lo imposible ocurrió.
Las ganas de llorar la embargan, la angustia la supera, la soledad la envuelve. Ve su reflejo en el espejo, aquel viejo desaville negro sobre su cuerpo, su cabello rojizo cae desprolijo sobre sus hombros, su rostro pálido casi fantasmal…no se reconoce. Su imaginación la traiciona, no puede evitar pensar en el futuro, cierra sus ojos intentando instintivamente alejar esa imagen.
Mira su vientre, el nudo en la garganta le dificulta la respiración, quisiera llorar, contempla a su pequeña durmiendo al otro lado de la habitación. Cierra los ojos, se concentra, escuchando la acompasada respiración de su niña, solo ella se atreve a desafiar la espesura de ese silencio absoluto.
Respira profundo, deja que el aire le infle el pecho, le inunde los pulmones, mil pensamientos se disparan a mansalva en su mente. Años de lucha en soledad, sus trabajos, tantas obligaciones que pesan sobre su espalda. Hay días en que siente pequeña, incapaz de seguir adelante.
Descalza, se dirige a la cocina, se para en el umbral desde donde se contempla toda la pequeña casa, una rápida mirada hacia el comedor, vuelve la cabeza para contemplar a su hija una vez mas, la imagen de la pequeña y las dos camitas de una plaza desgarro su corazón, se dio cuenta que nada cambió, como años atrás, otra vez en soledad.
Se lleva la mano derecha al vientre, vuelve a inhalar profundamente, resignada. Sabe que hoy, a diferencia de aquella vez, tiene una prioridad.
Sigue caminando, enciende la hornalla y pone la pava sobre el fuego, abre la alacena y se dispone a preparar el café. Mira el reloj de su celular, un mensaje de él deseándole los buenos días, lo deja sobre la mesada, no contesta, después de todo, hoy...no es un buen día.
Intenta no pensar, se sabe sola, conoce sus responsabilidades, no podría.
Sirve el café lentamente, observando como ese líquido oscuro poco a poco va llenado la taza. Fue ese el tiempo en que se permitió sentir miedo, la taza se colmó, el tiempo acabó.
Vuelve a mirar el reloj, debe despertar a su hija, el tiempo apremia y la mañana ya ha comenzado.
La decisión está tomada.