lunes, 1 de febrero de 2010

Intitulada

Se para de la cama, me mira serio, con el ceño fruncido, y comienza a caminar hacia mi, tiemblo, me estremezco de pensar en que pasara, bajo la vista y me doy vuelta abriendo el cajón de la cómoda fingiéndome atareada, buscando alguna prenda que Dios sabe jamás encontraré.
Contengo la respiración, cierro los ojos esperando, pasa por detrás mío, hacia el baño, no sin antes darme una brusca palmada en el muslo izquierdo, en silencio ahogo mi dolor, aun no entiendo como estoy en pie, como tantas otras veces.
Escucho a los chicos vistiéndose rápidamente, se acerca la hora de irse y saben que es mejor estar listos.
Sale del baño, su ropa lo espera como todas las mañanas sobre la cama, se viste en silencio, un gruñido y una mirada de reojo me indica que se acaba de despedir, grita a los niños pues al parecer no estaban en la puerta, esperándolo para que los lleve al colegio, escucho sus pasitos apurados y antes de cerrar la puerta de calle Milu, la mas pequeña le pregunta: “Y mama? No me dio un beso”. Su respuesta seca, casi molesta por la intromisión fue solo un “Apúrate, te dije”.
Por la ventana veo el auto alejarse, una sensación d alivio me inunda el pecho, voy al baño con la vista fija en el piso, temerosa de lo que pudiera encontrar frente al espejo. Juntando coraje levanto la vista, una masa violácea desconocida me mira desde el otro lado, creo reconocer mi mirada ahí y me avergüenzo, un nudo en la garganta se apodera de mi, las lagrimas ruedan por mis mejillas, y arden en la piel lastimada.
Intento recordar el comienzo de la pesadilla, cuando mi sueño de formar una familia con el hombre que amaba se vio truncado, cuando fue el momento exacto en que las cosas cambiaron, en que pudiera haber hecho la diferencia.
Me desnudo, casi sin mirarme, no necesito ver nada, se como esta mi cuerpo, aun me duelen las costillas y los muslos de las patadas, entro a la ducha, dejo caer un buen rato el agua sobre mi con la esperanza de que limpie mi cuerpo y mi alma, la culpa se va apagando, cierro la canilla pero aun me siento sucia, hace años ya me acostumbre a este sentimiento.
Tomo algunos analgésicos rezando en silencio porque el dolor se disipe, porque ese maldito pinchazo cada vez que respiro se detenga por fin, por poder sobrellevar el dolor y no verme obligada a ir al hospital y pasar nuevamente por esas miradas desaprobadoras, por ver la lastima y el desprecio en la mirada de los médicos y enfermeras. Como un perro abandonado curo mis heridas en soledad y empiezo a poner orden en la casa, el día pasa rápido, demasiado rápido y pronto estará de vuelta en casa, y debo tener todo aseado y la comida esperándolo.
"Nunk hagas llorar a una mujer, pues Dios cuenta sus lagrimas. La mujer salio de la costilla del hombre. No de los pies para ser pisoteada, ni de la cabeza para ser superior, sino de un costado para ser igual, debajo del brazo para ser protegida y al lado del corazon para ser amada"